Uno de los prototipos construidos con ladrillos de papel reciclado. Foto: Irma Montiel
(Creativo proyecto argentino )Cada año se casan en la Argentina unas 150.000 parejas. Sin embargo, se construyen sólo alrededor de 50.000 viviendas.
He aquí la prístina contundencia de los números: no es necesario haber aprobado cursos de matemática avanzada para comprender que en este rubro existe un desequilibrio que deja a muchas personas sin techo, o con uno tan precario que sería imposible considerarlo parte de una vivienda.
Según el arquitecto Horacio Berretta, investigador del Conicet, los estudios disponibles indican que el país tiene una deuda habitacional de alrededor de tres millones de unidades. "Del total, la mitad podría obtenerse mejorando las actuales, y la otra mitad habría que construirla", afirma.
Berretta y sus colegas del Centro de la Vivienda Económica (CEVE), de Córdoba, desarrollaron una tecnología que no sólo permitiría saldar estas cuentas pendientes, sino también cuidar el medio ambiente: lograron fabricar ladrillos y paneles... de papel.
El proyecto, que recibió apoyo de la agencia alemana GTZ, el Servicio Habitacional y de Acción Social de la provincia mediterránea y la fábrica Arcor, comenzó hace alrededor de un año, dentro de un programa integral de generación de "pequeñas unidades de producción" o "fábricas populares de vivienda".
Con esta nueva estrategia pueden lograrse varios objetivos simultáneos. Por un lado, la organización de unidades productivas en zonas marginales o de escasísimos recursos por medio del aprendizaje y la aplicación de tecnologías "apropiadas y apropiables". Por el otro, ofrecería una vía para la generación de empleo.
"Es perfectamente factible -explica el investigador-, técnicos de organizaciones públicas y no gubernamentales convenientemente capacitados y entrenados podrían llevarlo adelante."
UN GRUPO EXPERIMENTADO
En el CEVE, que ya cumplió cuatro décadas, trabajan alrededor de 50 personas, entre investigadores, técnicos y empleados administrativos. Las estrategias que propone no solamente contemplan la "autoconstrucción asistida", sino también la fabricación de partes con nuevos materiales.
Se trata de un grupo tecnológico de prestigio y copiosa experiencia en el tema: les pertenece la autoría de iniciativas similares -aunque con otra tecnología- para el Plan del Litoral (400 viviendas), la municipalidad de Rafaela (300), Río Cuarto (168).
En Montevideo, Fortaleza y Brasilia también se construyeron varios miles de unidades con desarrollos comparables.
Como suele suceder, la idea de transformar papel que de otro modo iría a parar a la basura -una tonelada de envoltorios mal impresos- surgió de la necesidad: "Es tanta la gente que vive en condiciones misérrimas y tal la urgencia de que participe, que ya no basta con comprar materiales tradicionales y organizarlos en forma no tradicional, como hacíamos hasta ahora -subraya el arquitecto-. Además, de esta forma, podemos reciclar la basura, con todas las connotaciones que esto tiene en relación con el cuidado del medio ambiente".
Así, en su laboratorio de una hectárea, los tecnólogos del CEVE desarrollaron ladrillos, bloques y placas utilizando materia prima como cáscara de maní o papel. "Córdoba es una de las regiones maniceras más importantes del mundo -explica Berretta-. Muchos miles de toneladas van a la basura. Normalmente esto se entierra y es un desastre ecológico. Nosotros lo recuperamos y lo picamos. Luego, usamos distintos ligantes, como cal, arena, y otros, en distintas proporciones."
Los ladrillos y paneles así fabricados tienen varias características únicas.
LA METAMORFOSIS DEL PAPEL
En primer lugar, son mucho más livianos que los materiales de rutina. "Un bloque de cemento tradicional pesa 14 kilos; los nuestros, ocho -detalla el investigador-. Un ladrillo normal pesa dos kilos; los que fabricamos nosotros, un kilo cien. Sobre este material prende muy bien el cemento, porque es muy rugoso. Y, además, como tiene mucho aire, funciona como una aislación térmica muy efectiva."
Para comprobar "en el terreno" las virtudes de este desarrollo, el CEVE contrató a un grupo de jóvenes de entre 18 y 24 años (algunos con hasta tres hijos) de un barrio precario cercano.
Los voluntarios recibieron unos 200 pesos mensuales -por cuatro horas diarias de trabajo- para que fabricaran su propios ladrillos y construyeran sus propias casas.
El resultado son seis casitas, de tres por seis, con estructura antisísmica. "El presupuesto que nos otorgó la [agencia alemana] GTZ para hacer los prototipos, nos alcanzó para hacer viviendas de una sola habitación", dice Berretta.
Según el investigador, quienes participaron en la experiencia tienen ahora una pieza perfectamente terminada y anhelan seguir trabajando en ese campo.
"Si esto se convirtiera en una política de Estado -sugiere-, con el mismo subsidio del plan Jefes y Jefas de Hogar se podría estimular un trabajo cuyo producto sería para los propios interesados. Les permitiría construir sus casas y, a la vez, limpiar el medio ambiente. Así lo mostró la experiencia de las fábricas populares que ofreció viviendas a medio millón de personas en Chile. Eso se hizo con apoyo del gobierno de Frei."
Quienes deseen más información sobre este desarrollo, pueden comunicarse con el CEVE,www.ceve.org.ar, o por el teléfono (0351) 489-4442.